Decir Museos de Sociedad y Quebec es como decir luna y miel. Son dos palabras que, para los que trabajamos en el ámbito del patrimonio cultural y por tanto, poco o mucho, sobre el mundo de los museos, encuentran una fuerza magnética en les profundidades del pensamiento. La vieja “nueva museología” que removió la museología tradicional en los años setenta, encontró en el Quebec un campo de expansión extraordinario que culminó con la inauguración el año 1984 del Museo de les Civilizaciones del Quebec, uno de los hitos modernos de esta nueva museología, pero que tuvo precedentes muy importantes en el mismo Quebec, como por ejemplo el ecomuseo del “Fier Monde”, que se reivindicaba como un museo de los vecinos, de la ciudadanía, en un barrio obrero de Montreal.
Museo de les Civilizaciones del Quebec. Foto: E. Carbonell
El proceso histórico del surgimiento y evolución de estos museos de sociedad en el Quebec es muy interesante y se tiene que enmarcar, lógicamente, en la evolución histórica, política y social del Quebec en el último medio siglo, una historia que por cierto se comprende muy bien visitando simplemente estos museos, porque está muy bien explicada. Pero hay también una realidad que no se ve a simple vista; hay, por ejemplo, decisiones políticas cambiantes en función del color del gobierno (un pequeño paréntesis que se explica en los museos de sociedad para ilustrarlo: hasta los años sesenta en las escuelas del país, las cubiertas de los libros de texto cambiaban todas de color azul o color rojo según si gobernaban los conservadores o los liberales, respectivamente); hay también presiones mediáticas, reacciones gremiales y condicionantes económicos que son importantes para entender el mapa resultante actual de los centres patrimoniales en el Quebec.
En este sentido resulta muy recomendable releer el artículo de Yves Bergenson, profesor de museología a l’UQAM, publicado en la revista Mnemòsine (Núm. 4, 2008) sobre la evolución de los museos de etnología en el Quebec. Bergenson nos ilumina sobre éstas dimensiones políticas, sociales, profesionales y económicas que han ido acechando la evolución de los museos quebequeses. Por ejemplo, resulta interesante seguir les tensiones entre el partido nacionalista quebequés y el partido liberal, en los años setenta y ochenta, respecto al proyecto de un museo etnográfico nacional que culminará en el citado Museo de las Civilizaciones, actualmente una indiscutible y indiscutida referencia mundial. Otra cuestión importante que explica Bergenson es como a partir de los años noventa los gobiernos regionales y federales preferirán dejar de lado la inversión en grandes museos para destinar las inversiones a la creación de centros de interpretación locales que, a pesar de requerir un fuerte gasto inicial, a menudo para reformar un inmueble singular, después, a diferencia de los museos, no precisan de grandes recursos financieros para su funcionamiento y en cambio producen un impacto efectivo en el desarrollo del turismo regional.
La proliferación de los centros de interpretación es muy patente cuando viajamos por el Quebec actualmente. Las iniciativas gubernamentales han dado lugar también a iniciativas en el sector privado y se pueden encontrar muchos centros de interpretación que son un negocio familiar, a veces montado en un almacén al lado de la casa particular dónde, a cambio de un ticket de entrada, a veces un ticket intangible a todos los efectos, un miembro de la familia os explica aquel oficio artesanal, normalmente relacionado con la alimentación, y te anima a llevarte unos cuantos souvenirs en el maletero del coche, ya sea un libro -un servidor pica siempre este cebo-, una terrina llena de un producto suculento o el bibelot más inesperado. Esto lo escribo en sentido literal: mis hijos pequeños miraban asombrados como unas turistas quebequesas compraban y cargaban en el coche una plancha de madera que tenía el perfil de una vaca, pintada como una vaca suiza, que hacía al menos un metro y medio de ancho, al finalizar la visita en el centro de interpretación de la pesca de la anguila en Kamouraska, en la región de Bas-Saint-Laurent. La idea de negocio turístico está muy presente en estos centros de carácter privado, no tanto en los que dependen de entidades públicas, locales o regionales. En todo caso, del “Site d’Interpretation de l’Anguile de Kamouraska” y de su amable manager y guía, hablaremos en un otro post de este blog.
Eliseu Carbonell
Investigador, ICRPC.